El Campo del Violín

Grande es el reino de Sueño de los Eternos, grande y profundo... es quizás el brillo que se atisba en sus ojos, el destello de su oscura mirada. Homenajeando a Gaiman tanto como nos sea posible, crearemos en este lugar un punto de reunión y encuentro para todos aquellos caminantes de sueños, súbditos e invitados de Oniro.

Nombre:
Lugar: el Sueño

Bueno, pues aquí estoy, haciendo mi blog. ¿Qué poner? mmm... creo que quien quiera saber más sobre mí va a tener que encontrarme, ya sea en este plano o en otro, en este reflejo de la verdad o en otro... en éste o en otros reinos.

29 abril 2006

Mirabas nuestra lavadora como si pudiera decirte algo, como si te explicara las historias de cada una de las prendas que perdimos en ella, como si pudiera decirte como recuperarlas.
Escuchabas una vez tras otra nuestras canciones, y parecía que buscases frases escondidas en la sopa de letras de todos los domingos. Dejaste una temporada de comprar el periódico y, en vez de ello, regresaste a casa con dos paquetes de sopa de pasta con forma de letras. Creo que puede que sea una excusa para cuando te perdías mirando el plato.
¿Qué quieres que te diga? Perdimos la emoción del primer día.
Secretamente admiraba tu búsqueda por encontrarla, y te animaba cuando no me veías y te girabas para concentrar-te en una foto. Ahora es cuando me alegro de haberlas guardado todas.
Yo ya empecé esa búsqueda en un par de ocasiones, pero ya sabes como es, y nunca te diste cuenta. Por eso te animo, porque puede que mires en algún lugar donde a mi no se me ocurrió sacar el polvo.
Hoy te encontré mirando en un armario.
- ¿Qué buscas, cariño?
- La verdad es que no estoy muy seguro… - Contestaste mientras retirabas prendas de ropa.
- ¿Quieres que te ayude?
- Eh… bueno, si quieres…
Noté la poca convicción en tu tono de voz, pero saqué un par de cajas y retiré ropa contigo. Poco a poco fue oscureciendo, pero nuestra vista se había acostumbrado a la luz natural y ninguno de los dos encendió el fluorescente del pasillo.

Finalmente encontramos todas las prendas que se había tragado la lavadora, dobladas y planchadas dentro de una caja al fondo del armario. La abrimos, nos sonreímos y nos vestimos con ellas. Me parece que la secadora se alegró…

El consuelo dicho por un espejo

El llanto fruto de un sentimiento o una emoción suele empezar de una vibración, del momento exacto en el cual nuestra retina interior y nuestro corazón asumen los hechos y coordinan sus latidos. Ese cambio de vibración hace que nos tambaleemos y se nos nuble la vista, ya que nuestra retina sigue en estado de impacto durante unas milésimas de segundo, las suficientes como para hacerse perceptibles a nuestra propia percepción tan solo.
Hay un pequeño tiempo de margen en el que todos los sentidos respiran hondo y apuntan la expiración hasta conocer la decisión: ¿Pueden o no pueden llorar?
Si la respuesta es afirmativa se relajan y lloramos lágrimas que confunden nuestras mejillas con el camino al mar, ignorando que lo más normal es que acaben absorbidas por un pañuelo, sin suspensión en una caída al suelo en el más romántico de los casos, o en la manga de la camisa en el más probable. Así rasgan nuestra expresión creyendo que no nos hemos percatado de su disfraz de consuelo.
Por otro lado, si la respuesta es negativa los sentidos se tragan el aire hacia su interior, al igual que nosotros, y eso nos provoca una convulsión acompañada de un estremecimiento y el acto de cargar la tensión en la mandíbula inferior que, a veces, tiembla ligeramente.
Es en ese instante, llores o no, en esa única oportunidad que tienes de controlar, cuando hacemos una fotografía en sepia, desde diferentes ángulos, del movimiento de alguien que pasa a nuestro alrededor, de la canción que suena en el bar, del olor del café frente a nosotros… e ignoramos nuestra frágil inmovilidad.

A veces surge de una canción. Esa es la más violenta forma de vibrar, y la más duradera, si también vienen soportes que nos muestran sonrisas que, por mucho que queramos (y todos sabemos que realmente no queremos) no podemos borrar de nuestra memoria gráfica.

En algunos casos sentimos la necesidad de limpiar nuestra expresión forzada y nos proponemos llorar un poco. A veces lo conseguimos, otras nos arrepentimos y hay un tanto por ciento que acumula una frustración emocional con olor a metal, porque no consigue llorar.

No desprendes brillos metalizados, pero nunca te he visto ni siquiera sollozar. ¿A caso tienes miedo de mirarte al espejo al llorar?